viernes, 10 de febrero de 2012

Carta de una madre a su hija

Mi querida hija, el día que me veas vieja, te pido por favor que tengas paciencia, pero sobre todo, trata de entenderme mi querida hija...
Si cuando hablo contigo, repito lo mismo mil veces, no me interrumpas para decirme “eso ya me lo contaste”, solamente escúchame por favor...
Y recuerda los tiempos en que tú eras niña y yo te leía la misma historia, noche tras noche hasta que te quedabas dormida...
Cuando no me quiera bañar, no me regañes y por favor no trates de avergonzarme, solamente recuerda las veces que yo tuve que perseguirte con miles de excusas para que te bañaras cuando eras niña...
Cuando veas mi ignorancia ante la nueva tecnología, dame el tiempo necesario para aprender, y por favor no hagas esos ojos ni esas caras de desesperada...
Recuerda mi querida, que yo te enseñé a hacer muchas cosas como comer apropiadamente... vestirte y peinarte por ti misma y como confrontar y lidiar con la vida...
El día que notes que me estoy volviendo vieja, por favor mi querida hija, ten paciencia conmigo y sobre todo trata de entenderme...
Si ocasionalmente pierdo la memoria o el hilo de la conversación, dame el tiempo necesario para recordar... y si no puedo, no te pongas nerviosa, impaciente o arrogante... Solamente ten presente en tu corazón que lo más importante para mí es estar contigo y que me escuches...
Y cuando mis cansadas y viejas piernas, no me dejen caminar como antes, dame tu mano, de la misma manera que yo te las ofrecí cuando diste tus primero pasos...
Cuando estos días vengan, no te debes sentir triste o incompetente de verme así, sólo te pido que estés conmigo, que trates de entenderme y ayudarme mientras llego al final de mi vida con amor...
Y con gran cariño por el regalo de tiempo y vida, que tuvimos la dicha de compartir juntas, te lo agradeceré...
Con una enorme sonrisa y con el inmenso amor que siempre te he tenido, sólo quiero decirte que te amo, mi querida hija...
TU MADRE

lunes, 6 de febrero de 2012

El cuidador de una persona dependiente. El estrés del cuidador


El cuidado de un familiar que depende de nosotros, puede ser una tarea muy satisfactoria. Pero también es cierto que puede ser una labor solitaria e ingrata. De hecho, en muchos casos el cuidador siente al mismo tiempo una mezcla de sentimientos positivos y negativos.
En muchas ocasiones, los cuidadores descubren que poseen unas cualidades que antes desconocían que las tenían. Dedicarse al cuidado de una persona dependiente, les ayuda a crecer como personas y a valorar aspectos de la vida que antes ni reparaban en ellos.
Cuidar a una persona dependiente, es una tarea complicada que además genera una cantidad importante de estrés, lo que viene a llamarse “estrés en el cuidador”.
El hecho de cuidar, conlleva una sobrecarga emocional y física, así como costes personales, ya que este hecho afecta a la vida personal de la persona en cuanto al área laboral, personal, de salud, de ocio y tiempo libre, etc.
El cuidador día a día soporta problemas físicos, emocionales y repercusiones en varios aspectos de su vida que acaban afectando a su vida familiar.
Debido a que las vidas de los cuidadores giran en torno a la satisfacción de las necesidades de su familiar, muchos suelen dejar sus propias vidas en un segundo plano. Esta situación, provoca que las tensiones y el malestar que experimentan muchos cuidadores, provenga pues, del hecho de que se olvidan de sus propias necesidades en beneficio de las de su familiar.
Por otra parte, a consecuencia de aparecer la situación del cuidado del familiar, pueden surgir conflictos y tensiones en la familia. Puede crearlas por ejemplo el hecho de la toma decisiones como plantearse una residencia, tipo de cuidados, y cualquier decisión al respecto. También cuando se plantea qué persona de la familia es la que debiera por una u otra razón hacerse responsable del cuidado de este, o cuando la persona que asume este cuidado principal considera que el resto de la familia no valora su esfuerzo, o no comparte sus sentimientos.
En cuanto a las relaciones familiares, considerando al cónyuge y a los hijos, además de limitar el tiempo con ellos, generalmente el cuidador llega a casa cansado física y psicológicamente, además de irascible, con sentimientos de tristeza, de impotencia, evidentemente no  trata con la misma paciencia y dedicación a la familia. Por lo que tanto el cónyuge como los hijos pueden reclamar esta falta de atención y de este modo, crear conflictos e incrementar aún más el “estrés del cuidador”.
En su salud física. Si durante mucho tiempo se está cuidando de la persona dependiente, se mantiene un nivel elevado de estrés, lo cual acaba repercutiendo en la salud de la persona. Aparecen por lo tanto síntomas asociados a la ansiedad como dolores musculares, dolores cervicales, lumbares, insomnio, irritabilidad, cefaleas, problemas digestivos, etc.
A nivel emocional, el cuidador puede llegar a tener sentimientos contrarios. Por un lado se siente bien por poder cuidar a su familiar, pero por otro siente rabia de la obligación en la que se ha transformado, ya que puede llegar a sentir que la dirección de su vida no le pertenece. Puede llegar incluso a culpabilizar a la persona dependiente de los problemas con su cónyuge o hijos. Por lo que pueden surgir sentimientos de culpabilidad,  de miedo, o incluso de rechazo.
A nivel laboral también pueden surgir problemas por el absentismo o por bajo rendimiento, o por la culpabilidad de no poder atender debidamente al familiar.
Pueden incluso surgir problemas económicos al reducir una jornada laboral, o al aumentar los gastos por el cuidado, o de adaptación de la vivienda, ayudas técnicas, grúas, etc.
También puede comenzar un alejamiento de las actividades lúdicas y de ocio, con el consiguiente aislamiento social y sentimientos de soledad.
Es importante estar pendiente de este tipo de sentimientos que van surgiendo a lo largo del tiempo. Hay que velar para que no se alarguen demasiado en el tiempo, ya que las consecuencias podrían llegar a hacerse irreversibles.
Por tanto, hay que aprender a cuidarse como cuidador. No podemos dejar que el hecho de cuidar a la persona dependiente acabe con nuestra salud, ya que dejaremos de poder continuar cuidándole como nos gustaría. Por tanto, sería interesante seguir una serie de consejos:
1.    Pedir ayuda. Nunca hay que esperar a no poder más ni a que de repente venga nadie a ayudarnos. Hay que pedir ayuda y explicar el tipo de ayuda que necesitamos. Es conveniente hablar con los servicios sociales para informarnos así mismo de los recursos a los que podemos acudir para ayudarnos en los cuidados.
2.    Llevar vida sana. Es importante dormir lo suficiente, hacer ejercicio con regularidad, no aislarse, mantener la relación con los amigos y familiares, mantener un determinado tiempo al día para uno mismo, salir de casa, mantener aficiones y pensar en el resto de la familia para no descuidarlos.
3.    Organización del tiempo. Hay que repartir el tiempo para poder tener tiempo para mí como cuidador, tengo que sacar tiempo para descansar, relajarme, estar con mis amigos y mi familia, etc.
4.    No asumir más de lo que se puede. Todos tenemos un límite, y no hay que sobrepasarlo. De este modo no queremos más a nuestro familiar.

ORIENTACIONES PARA EL CUIDADOR:
Si tú como cuidador necesitas descansar por la noche porque tu familiar te demanda mucha atención y no te deja descansar, llegas agotado al trabajo, sientes que no rindes, y al salir, vuelves inmediatamente a tu tarea de cuidador y así día tras día sintiéndote totalmente agotado, no debes seguir así, y debes plantearte opciones, seguro que tienes varias: hacer turnos de noche con otros familiares, buscar un centro de noche, o un cuidador que vaya a casa durante la noche, de este modo podrás irte tranquilamente a casa para descansar. Tu cuerpo y tu familia lo agradecerán enormemente.
Si apenas ves a tu cónyuge y a tus hijos, porque continuamente estás acompañando a tu familiar, también dispones de varias opciones: buscar un centro de día o una residencia para que tu familiar pase los fines de semana, para que de este modo puedas dedicárselos exclusivamente a la familia.
En caso de que estés todo el día con tu familiar y no dispongas de tiempo para ti, tienes la opción del centro de día, donde tu familiar puede estar desde unas pocas horas, a todo el día (ver post centro de día), y mientras tanto puedes dedicarte unas pocas horas a ti, a hacer ejercicio, a trabajar, a descansar, o a mantener algún tipo de hobbie. Porque además el personal del centro de día puede realizar de forma sencilla actividades que para ti resultan muy complicadas, como son la ducha, curas de úlceras, etc.
Y nunca olvidar la opción de la residencia (ver post de la residencia), donde van a cuidar perfectamente de tu familiar, puedes continuar visitándolo diariamente.
Si quieres cuidar de tu familiar, lo primero deberás cuidar de tu salud y no olvidar pedir ayuda.  Llegar al agotamiento físico y mental no significa hacer lo mejor para tu familiar.